Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

viernes, 6 de julio de 2012

3. El precio del placer


Una noche en el BV80 con Victoria Abril
Autor: Francisco Bautista Gutiérrez
Subtítulo: El precio del placer

Es inevitable que después de trabajar me acerque al bar BV80, y mas cansada como estoy al llevar grabando la película en Zaragoza varias horas.

—¿Qué desea tomar? —me pregunta el barman, hombre de mediana edad con aspecto bonachón, sin apartar los ojos del canal que forma el comienzo de mis pechos abrigados solo por la blanca camisa que apenas me cubre.


Deme una cerveza... respondo con voz suave acariciante, surgida de la experiencia de unos años que no han pasado en balde y todo ello a la vez que mis manos alisan la ropa que me cubre y que en ningún caso se encuentra arrugada, solo que de esa forma acaba mas pegada a mi cuerpo, reafirmando mas el poderío que me acompaña.

—¿Quiere algo de picar?
pregunta el hombre a la par que con sus manos se acaricia la entrepierna, hecho falto por completo de educación pero efectivo a la hora de hacer que mis ojos se posen en esa zona.

—Sí... Deme unos pepinillos.

—No pepinillos no tengo
responde sudoroso y respirando todo lo profundo que puede, imaginando, sintiendo, viviendo con intensidad lo que no va a tener.

No es capaz de apartar los ojos de mis pechos continuando con su sobeteo, no hay nadie mas en el bar a excepción de algunos personajes en el extremo de la barra enfrentados a una apasionante discusión acerca del noble arte de las corridas de toro. En un rincón, una pareja hace manitas y se miran a los ojos diciéndose palabras que no llegan a mis oídos pero que adivino tiernas, suaves, dulces y cariñosas, lejos de ser devoradoras como la mirada del hombre que en el extremo de la barra mira directamente al comienzo de mis pechos manteniendo la respiración que suelta cuando con mi agitación hago subir indecente las glándulas mamarias.

—¿Quiere fuego? —me pregunta aunque no he sacado ningún cigarrillo y desconoce si fumo o por el contrario no lo hago.

—No fumo —miento.

—Vaya por Dios... eso es que no ha probado los cigarrillos porque de seguro que entonces lo haría.

—Si, si que me gustan algunos cigarrillos —respondo en una clara y firme insinuación por lo que el hombre presto a iniciar una larga y cálida discusión se aproxima mientras indica al barman que llene mi copa.

­De reojo miro al dueño del bar y observo complacida que se encuentra con un terrible enfado, más que con el hombre, consigo mismo por no haber podido mantener la esbeltez de una figura que envidia en el que a mi lado me mira con descaro deteniendo su mirada en mis pechos.

—No comprendo como no tienes calor...
me dice en clara alusión a mi azorado cuerpo.

—Si que tengo calor.

—¿Quieres que vayamos a algún sitio mas tranquilo y refrescante?

—Podemos ir a mi hotel que está cerca.

Sintiendo sus manos recorriendo mis pechos, no como en las películas, sino de una manera mas efectiva, suaves y firmes pero efectivas.

—Por cierto —me dice cuando se está vistiendo— me llamo Juan.

—Ah... yo Victoria.

—Estupendo Victoria —me responde extendiendo sus manos hacia mí— son doscientos euros.


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