Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

lunes, 14 de mayo de 2012

21. La noche más calurosa del siglo


Una noche en el BV80 con Ed Harris
Autor: La Condesa
Subtítulo: La noche más calurosa del siglo

Cuando dieron las once, supe que con ese calor sería imposible dormir. Mi ático –es decir, el único y miserable apartamento, en el último piso de un edificio casi en ruinas, que podía pagar con mi sueldo– era probablemente el más gélido de Zaragoza en invierno y el más caluroso en verano. Y no, no tenía ni siquiera terraza. Por eso me di una ducha fría, me calcé unos tejanos y una camiseta de tirantes y me eché a la calle buscando la inexistente brisa que el Ebro debería levantar en sus orillas. Comprobé enseguida que no sólo yo había tenido esa idea, pese a la hora y que el día siguiente no era festivo. Me senté en un banco y encendí un cigarrillo.

20. La foto


Una noche en el BV80 con Ed Harris
Autor: Mariano Rodríguez López
Subtítulo: La foto

Aunque no lo parezca a primera vista, esta es la historia de cómo logré la foto más flipante de toda mi vida. Todo comenzó un día cualquiera de enero de 1983. Caminaba yo cabizbajo y con las manos en los bolsillos. Oí que alguien me llamaba, me volví y ví a Dani.

19. El héroe del asfalto


Una noche en el BV80 con Ed Harris
Autor: Isabel
Subtítulo: El héroe del asfalto

Una vez más, el cruel espejo me devolvía el reflejo de un cuerpo sin pechos, demasiado flaco y canijo. Mi madre llevaba diciéndome tres años que no me preocupase porque ya me saldrían las tetas; pero por mucho que ella insistía las tetas no me salían y seguía teniendo una figura sin culo ni caderas. Asumiendo mi condición de adefesio, incapaz de atraer a ningún chico que mereciera la pena, me había vuelto una compulsa lectora y una experta soñadora.