Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

lunes, 14 de mayo de 2012

21. La noche más calurosa del siglo


Una noche en el BV80 con Ed Harris
Autor: La Condesa
Subtítulo: La noche más calurosa del siglo

Cuando dieron las once, supe que con ese calor sería imposible dormir. Mi ático –es decir, el único y miserable apartamento, en el último piso de un edificio casi en ruinas, que podía pagar con mi sueldo– era probablemente el más gélido de Zaragoza en invierno y el más caluroso en verano. Y no, no tenía ni siquiera terraza. Por eso me di una ducha fría, me calcé unos tejanos y una camiseta de tirantes y me eché a la calle buscando la inexistente brisa que el Ebro debería levantar en sus orillas. Comprobé enseguida que no sólo yo había tenido esa idea, pese a la hora y que el día siguiente no era festivo. Me senté en un banco y encendí un cigarrillo.

Un segundo después, un tipo se sentó en el mismo banco. Yo no tenía ganas de conversación, y menos con un desconocido del que podía imaginar lo que iba buscando. El mundo está lleno de desesperados, yo incluida, aunque, de momento, pasaba de rollos. Di un par de caladas y, justo cuando me iba a levantar para largarme, el hombre sacó un pitillo y me dijo:

–¿Fuego?

Acerqué el mechero a su rostro, sin dárselo. Lo encendí y, mientras él aspiraba, vi que me resultaba bastante familiar. Era algo mayor que yo, con el pelo fino y escaso, el rostro anguloso, los ojos un poco hundidos, labios delgados y manos largas. Soy muy mala fisonomista, pero a aquel tipo lo conocía, seguro. Pudo más la curiosidad:

–¿Te conozco? –pregunté.

–I don’t think so –contestó, con gesto risueño. Tenía una sonrisa cautivadora, pero no estaba yo para tontadas. Acababa de salir de una relación de cinco años, si es que ser abandonada sin explicaciones era salir de algo.

–Sorry –dije, levantándome. Él también se levantó.

–Do you speak english? –escuché, ya a mi espalda. Me paré. Me giré. Le miré.

–No, sorry.

–Mi… Yo hablo un poco español. Enseña colega argentino. ¿Tú dices dónde oír flamenco?

Me reí. Qué mal. Cuando un hombre me hace reír, ha ganado la primera mano.

–¿Flamenco en Zaragoza? No, mira –tracé un imaginario mapa de España en el aire–: Aquí, Zaragoza. Aquí, Sevilla, flamenco –y marqué el sur en mi mapa.

–¿No flamenco Zaragoza? Madrid flamenco turistas. Zaragoza buen flamenco, dice.

Encogí los hombros y levanté las manos.

–Sorry –dije por tercera vez, como una idiota, pero sonriéndole. Habíamos caminado hasta la luz de una farola y de nuevo contemplé su rostro–. Estoy segura de que te conozco. Te he visto en algún sitio, o eres calcadito a alguien que sí conozco.

–Okey –dijo él–. Es posible, yo actor. Mi llamo Ed Harris. No mentiras. ¿Tú llamas?

Ah, no. Esto no podía estar pasando. Claro que era Ed Harris, y claro que había visto muchas pelis suyas y… Sus ojos seguían esperando mi nombre.

–Sorry –qué estúpida. –Nu…

–¿Llamas Sorry really?

–…ria –afortunadamente, a la luz de la farola no se apreciaría mucho mi vergüenza. Pero conseguí que mi mirada se tornase dura, como si no me hubiera hecho gracia la broma.

–¿Un beber algo, Nuria? –absolutamente cautivadora, la sonrisa. Claro. Y maravillosamente estudiada. Pero, ¿por qué no podía yo seguir siendo arrastrada por un sueño en el que me iba de copas con Ed Harris en la noche más calurosa del siglo?

Dejamos la orilla del río y nos dirigimos hasta el Casco, sin saber muy bien a dónde llevarle. Durante los cinco años que había durado mi recién acabada relación, apenas habíamos salido de noche ni pisado un bar. Y antes… antes era como si no hubiera existido, como si todo lo hubiera borrado él. Bah, tonterías. Antes tampoco había sido mucho de bares. Sólo de muy joven, hasta que acabé el instituto y me fui a estudiar fuera, y sí, había un par de sitios o tres… Pero hacía mucho de eso, ni siquiera estarían abiertos ya, o serían locales modernos con música a todo trapo.

Y, de pronto, allí estábamos. En la puerta del BV80, como si la hubiese empujado ayer por última vez. Entramos. En la barra, un Josemari por el que tampoco había pasado el tiempo, me miró y dijo:

–Hola, Nuri. ¿Quién es tu chorbo? Me suena, pero… no caigo.

–No importa. ¿Qué hay esta noche, tío?

–No te lo vas a creer. Viene un menda a cantar jondo. Con un guitarrista. Y parecen buenos.

Noté el olor de la maría en el aire cargadísimo de humo y pensé que me estaba afectando. Además, hacía mucho que estaba prohibido fumar en los bares. Me volví, Ed Harris seguía a mi espalda.

–¿Qué bebes? –le pregunté.

–Igual como tú.

–Ponme dos cervezas, Josemari.

En aquel momento, el cantaor se subió al escenario seguido del guitarrista. Ambos de camisa y pantalón negros, el pelo largo como Camarón. Miré a Ed Harris: contemplaba la estampa con la boca abierta y parecía mucho más joven. Quizá fuera por la ilusión que desprendían sus ojos azules cuando se volvió hacia mí murmurando:

–Sí flamenco Zaragoza –y me estampó un beso en todos los morros. Pillamos sitio en una mesa al lado del servicio y empezó la actuación. Eran buenos, jodidamente buenos. No he entendido nunca mucho de jondo, pero tenía algún disco de Camarón y el superventas de Lole y Manuel, y ese gitano no tenía nada que envidiarles. Y el de la guitarra me parecía el mismísimo Paco de Lucía. Era alucinante. En la mesa de al lado, posiblemente puesto hasta el culo, estaba el imbécil que tenía el honor de ser la novedad estrella del BV80, con su banda, Héroes. Pensé, como siempre, que nunca llegarían lejos, pero algo extraño, como un presentimiento, me hizo dudar. Luego vi que estaban anunciados unos tales Sabina, Krahe y Pérez, por primera vez fuera de La Mandrágora, para el finde. No entendí nada y busqué disimuladamente mi reflejo en el espejo borroso que quedaba detrás de nosotros. Llevaba mi pelo oscuro recogido en una trenza que se perdía hacia el final de la espalda. Detrás de mí, otra yo con el pelo corto y mechones grises me guiñaba un ojo.

Los aplausos agradecieron el último tema y los músicos pidieron un descanso. Ed volvió a besarme, justo después de susurrar “gracias”. Se levantó y fue al baño. Josemari me tiró de la trenza y dijo:

–Va, dime quién es, que no hay manera de que caiga.

–Ed Harris.

–Siempre igual, Nuri. ¿No podrías ser un poquito seria a veces? –gritó, mientras volvía a la barra.

Me acabé la cerveza, pero Ed no salía nunca del baño. La actuación continuó y, al acabar el segundo tema, me acerqué a la barra y le dije a Josemari:

–Tío, Ed Harris no sale del servicio. ¿Podrías mirar si le pasa algo?

Cuando apareció negando con la cabeza, salí disparada hacia la puerta. Miré en ambas direcciones, corrí hasta doblar la esquina más cercana. Nada. Volví hacia el bar. En su lugar había un local cerrado con un rótulo de asesoría fiscal y un cartel de “se alquila”. De dentro me pareció que salía un acorde de guitarra flamenca. No había refrescado nada.

1 comentario:

  1. Muy bueno y divertido. Es que estas noches de verano zaragozano trastornan la mente.

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