Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

lunes, 14 de mayo de 2012

20. La foto


Una noche en el BV80 con Ed Harris
Autor: Mariano Rodríguez López
Subtítulo: La foto

Aunque no lo parezca a primera vista, esta es la historia de cómo logré la foto más flipante de toda mi vida. Todo comenzó un día cualquiera de enero de 1983. Caminaba yo cabizbajo y con las manos en los bolsillos. Oí que alguien me llamaba, me volví y ví a Dani.

–Cuánto tiempo… ¿A dónde vas?

–A mi casa –contesté.

–Pero si es viernes… Y sólo son las diez de la noche…

–Yo qué sé, tío. Hoy tengo un día de lo más raro.

Era la pura verdad. Me encontraba apático y dominado por una punzada de desesperación y de locura. Mi mente me estaba jugando una mala pasada. Los parámetros ocultos de mi subconsciente desembocaban en una única idea fija que amenazaba con deteriorar mi frágil equilibrio psicológico. La imagen de mi ex se me aparecía de repente. La veía en las farolas, en las alcantarillas, en las cristaleras, en las marquesinas, en los coches… Por todas partes. El rostro abombado de Dani, que es un tío feo y desgreñado, con una cara que se asemeja a un koala con gafas y sin afeitar, también me llevaba a pensar en ella. Dada la situación, lo mejor era cerrar el chiringuito e irse a dormir.

–Tío, no sé nada de ti desde que empezaste a salir con… –dijo Dani.

–Vale, dejémoslo en “con”. Prefiero no volver a escuchar su nombre. Hace un mes que cortamos.

–¿Un mes? ¿Y por qué no me has llamado en todo este tiempo?

Me encogí de hombros.

–Eso se arregla con una cerveza –me dijo.

–No tengo ganas, de verdad…

–No me puedes hacer esto, tío. Acabo de salir del curro. Me he pasado toda la tarde leyendo teletipos y aporreando las teclas de mi máquina de escribir. Me odio a mí mismo. Necesito un poco de compañía humana. HU-MA-NA. ¿Lo entiendes?

Dani trabajaba para un periódico. Carecía de horarios, lo que significa que podía entrar y salir de la redacción a cualquier hora. Como su vida laboral se encontraba en los primeros balbuceos (acababa de terminar la carrera) no tenía más remedio que dejarse explotar. Cuando terminada una dura jornada de trabajo sólo pensaba en una cosa: divertirse.

Me convenció para que nos pasáramos por el BV80. Qué queréis que os diga: no pude negarme. Hacía tiempo que no quedábamos y se le veía con empuje suficiente como para tirar de mi penoso estado de ánimo. Además, el BV80 me cogía de camino hacia mi casa.

–Tengo un buen presentimiento. Hoy lo vamos a pasar pipa –me dijo.

–No creo –contesté.

–Ya verás cómo sí. Acuérdate de lo que te digo: nunca se sabe lo que te puedes encontrar. Como dice la canción: “la vida te da sorpresas”. Pero por mucho que hubiese cavilado, jamás habría podido prepararme mentalmente para lo que en aquellos momentos estaba aconteciendo en el BV80. La verdad es que nada más entrar un halo de irrealidad se apoderó de golpe de nuestras personas. El local estaba de bote en bote y lo más curioso era que aquí y allá veías a tíos disfrazados bebiendo y hablando con voz potente.

Sí, disfrazados pero… ¿de quién?

Como predominaban las calvas artificiales de látex, supuse que se trataba de algún calvo famoso.

Hasta los camareros se habían disfrazado de ese calvo.

Debía de haberse corrido la voz de que algo gordo iba a suceder allí aquella noche y creo que los únicos que no se habían enterado de nada éramos Dani y yo. En aquel ambiente tan insólito nos encontrábamos como peces fuera del agua. O como budistas en medio de un conflicto bélico. Aunque eso no hacía sino acentuar nuestras perspectivas de diversión.

–¿Qué significa esto? –pregunté.

–¿Que qué significa esto? –dijo Dani con el rostro radiante de felicidad–. Esto significa, pequeño saltamontes, que yo tengo razón: nunca se sabe que te puedes encontrar en el BV80.

Parecía que el destino me estaba proponiendo un cambio: antes veía apariciones de mi ex; ahora calvos. Bueno, creo que con este canje yo había salido ganando porque de esta forma me sería más fácil olvidarme de mi desengaño amoroso.

Además, empecé a sentirme optimista porque en el local sonaban Aborígenes del Cemento en uno de mis singles favoritos: «Un cielo negro, soledad, miseria… Solitario por decepción». Sí, ya sé que este mensaje no induce precisamente a la alegría, pero ciertas canciones me relajan y quizá por eso estimulan y fortalecen mi ánimo.

Un camarero nos señaló una pancarta que se hallaba en el fondo del escenario. En ella podía leerse: “Todos somos Ed”.

–Esta noche todo el mundo tiene que parecerse a Ed Harris –sentenció.

–¿A Ed Harris? –pregunté con incredulidad.

Ed Harris era un tío que me caía simpático, pero reconozco que hasta ese momento no le había prestado la atención que merecía. Y no miento cuando digo que me impresionó su poder de convocatoria. El local estaba hasta los topes.

–Anotaros un punto –dijo Dani–. Menos nosotros dos, que somos tontos, todo Zaragoza se ha disfrazado de Ed Harris.

–Leed esto –dijo el camarero.

Nos entregó una pequeña tarjeta y se fue a otro lado de la barra para atender a un falso Ed que se hacía acompañar de una rubia bastante real y contundente.

En la tarjeta, si mal no recuerdo, se decía que el verdadero Ed Harris se hallaba en aquel local, camuflado entre sus émulos, y quien lo encontrase sería recompensado con una cerveza.

Fue entonces cuando me percaté de que en las paredes alguien había colgado carteles de “Se Busca” con el rostro del actor. Debajo del cuello de Ed, en lugar del clásico dibujo de una bolsa llena de dólares, podía verse una jarra de espumosa cerveza.

–Esto es todo un punto, tío. ¿Qué? ¿Te sientes mejor? –me dijo Dani.

–Bueno... Digamos que tu terapia progresa adecuadamente. Pero esto que vemos es sólo un montaje. Me juego lo que sea a que aquí no está Ed Harris.

–Claro que no, colega. ¿Cómo va a venir? Seguro que ponen a un tío que se parece a Ed Harris y lo sacan al escenario para que todo el mundo aplauda como si fuera el verdadero. Yo ya me conozco esa historia.

–Y yo.

Había disfraces bastante cutres. Otros en cambio parecían ser fruto del cuidado y del esmero en los detalles. Recuerdo a un tipo, un clon bastante logrado de Ed Harris, ataviado al modo del viejo Oeste americano, pero no como los vaqueros, sino más pijo, con camisa blanca, traje negro y corbata negra. Otro parecía Ed Harris pero con barba. Y uno que se asemejaba a un ganster lucía, además del traje con su corbata roja y blanca, un sombrero clásico de caballero en ala corta, que me recordaba a los años 30. También pude ver a un astronauta.

–Oye, Dani, lo del astronauta no lo entiendo… –dije.

–Tiene su lógica. Ed Harris está rodando una peli de astronautas.

–Sí, eso ya lo he leído en alguna revista, pero lo que yo me pregunto es: ¿cómo demonios puede beber ese tío con esa enorme escafandra?

–¡Ja, ja! Es verdad.

A aquellas alturas de la noche, mi restablecimiento anímico era completo; reía y bromeaba con Dani con total naturalidad.

Una copia de Ed Harris nos miraba con atención. Se acercó a Dani y le propuso:

–Si me invitas a una cerveza, te digo dónde está el verdadero Ed.

–Ah, el viejo truco de “yo-sé-dónde-está-Ed” –dije, más que nada por hacerme el gracioso.

Creo que no lo he mencionado, pero Dani tiene un gran potencial histriónico como imitador y parodiador.

Con voz humilde, temblorosa, fatigada y afligida, simulando predicar desde un púlpito invisible, exclamó:

–Hermano, este compañero y yo somos pobres y carecemos hasta de lo más necesario. Aunque no lo parezca, acabamos de salir del convento hace exactamente dos minutos y medio. Sé generoso. Invítanos tú a esa cerveza.

La copia de Ed se rió de buena gana.

No recuerdo con exactitud cómo continuó el resto de la conversación, pero nos llevamos un buen rato hablando con la copia de Ed. Aquel tipo trabajaba en la radio como presentador de un programa de música e intentaba apadrinar grupos locales, sobre todo cuando se encontraban en sus primeros pasos que eran, según él, los más difíciles.

También nos dijo que el BV80 era un local con personalidad, distinto a todos los demás.

–¿Por qué? –pregunté.

–Porque en el BV80 su dueño tiene claro qué es lo que quiere la gente. La gente no quiere consumir alcohol sin más. Ni quiere divertirse sin más. Ni quiere salir y conocer gente sin más. Quien os diga eso no se ha enterado de qué va la cosa. La gente quiere sentirse ilusionada. Y esta noche, con todo este rollo de Ed Harris, todo el mundo ha vivido una auténtica ilusión colectiva. Vale, admito que no sé qué es lo que tienen pensado mis amigos del BV80 para terminar la noche, porque yo no me creo que Ed Harris haya dejado colgada su peli para venir aquí. Pero está claro que tienen preparada alguna sorpresa y seguro que se trata de algo grande. Si os quedáis un poco más, veréis cómo tengo razón.

–Me han dicho que puede que cierren este local dentro de poco –dijo Dani.

–Eso es imposible –dijo la copia de Ed–. Aunque lo cerrasen, el BV80 es un mito urbano y los mitos no pueden morir. Están condenados a sobrevivirse a sí mismos.

Nadie se había dado cuenta pero la música había cesado de repente. En ese preciso instante escuché que alguien hablaba a mis espaldas. Su voz era nasal, ni grave ni aguda, pero provista de una tensión recia y clara que jamás podré olvidar.

Please, ¿can you hold my helmet for a moment?

Aquel momento fue el más flipante de toda mi vida. ¡Era Ed! ¡El astronauta era Ed! Y me había pedido que le sostuviera la escafandra mientras se dirigía al escenario. ¡A mí, un simple mortal!

El local se llenó de silbidos y aplausos y yo me sentía como si una fuerza poderosa me hubiera transportado hacia un paraíso indefinible.

Todos coreaban el nombre de Ed.

Dani me gritó en clave de humor:

–Tío, eres el elegido… ¡Ed te ha tocado con su mano derecha!

El presentador del programa de radio silbaba como un pastor de la montaña, con los dedos índice y corazón de ambas manos introducidos en su boca. Creo que estuvo a punto de romperme los tímpanos. Luego gritó:

–¡Lo habéis vuelto a hacer! ¡Sois los putos amos! ¡Habéis traído a Ed!

De pie en el escenario, cada uno con un micrófono, estaban Ed y un tío que yo no conocía y que, con su calva de látex y sus cejas postizas, hacía las veces de intérprete.

Conforme Ed hablaba me percaté de que mis estancias en Londres (tres veranos consecutivos aprendiendo inglés y trabajando de camarero) no me habían servido de gran cosa, aunque debo añadir que en estos momentos tan significativos aquello no me sentó tan mal como debiera.

–Esto no estaba previsto –dijo Ed o, mejor dicho, tradujo su intérprete–. En realidad ni siquiera sé cómo me he metido en este lío. Tenía pensado pasarme por San Sebastián, no por Zaragoza. El caso es que estoy aquí y aunque no sé si esto servirá para promocionar mi próxima película sólo os diré una cosa: estoy encantado de estar ahora aquí con vosotros porque me lo estoy pasando en grande.

Cuando terminó de hablar, muchos quisieron acercarse a Ed. La escafandra suponía una importante ventaja estratégica. Quizá por eso conseguimos que Ed se tomara una cerveza con nosotros tres: con Dani, con el presentador del programa de radio y conmigo.

Qué más os puedo decir… Ed es un tío fenomenal, un cachondo de marca mayor con el que me iría de marcha con los ojos cerrados.

Eso si, después de conversar con él –y pongo lo de conversar entre interrogantes– me prometí a mí mismo que en cuanto tuviera la oportunidad reiniciaría mis clases de inglés en la Escuela Oficial de Idiomas.

Sin duda fue una noche para el recuerdo. Nos hicimos una foto –Ed vestido de astronauta y yo de paisano– y luego, meses más tarde, cuando se estrenó la película en España, yo escribí sobre aquella imagen de mi propio puño y letra: «ELEGIDOS PARA LA GLORIA». Sí, Ed y yo elegidos para la gloria. Todo un símbolo.

Como es natural, llevo siempre esta fotografía en mi cartera en calidad de prueba. Si no… ¿quién podría creer esta historia tan singular que les estoy contando?

FIN

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