Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

martes, 30 de abril de 2013

15. Un cumpleaños muy especial


Una noche en el BV80 con Chavela Vargas
Autor: Antonio Jesús García Pereyra
Subtítulo: Un cumpleaños muy especial

Diecisiete de abril, Zaragoza, en el mítico BV80. Aquí estoy de nuevo para celebrar su cumpleaños, en el mismo bar donde la conocí años atrás, apoyado en la misma barra, tomando el mismo ron añejo que me abrasa la garganta y fumando hasta verme envuelto en una nube de humo de la que pretendo resurgir como el genio de la lámpara de Aladino. Veo gente joven a mi alrededor. “Yo también fui joven…” pienso “Juventud, divino tesoro”.

Mi imagen distorsionada en el espejo hace que me espante de mí mismo. Cierro los ojos, mi corazón rezuma en mi interior como un tambor africano y siento que mi alma desciende hasta los pies. Soy consciente de que estoy encerrado en un cuerpo que envejece a pasos agigantados y siento que la muerte, cada noche, visita sigilosamente mi hogar para salir en brazos con un nuevo trofeo. Tengo miedo a la muerte, al olvido, a no dejar huella entre los míos. “Muy pocas personas dejan huella…” pienso.

De pronto alguien comienza a cantar. Es una voz rasgada, adolorida, anclada en las entrañas y con un temperamento que transgrede mi interior. ¡Es ella!

“Si tienes un hondo pesar, piensa en mí…”

Esa voz y esa letra son inconfundibles; se trata de Chavela Vargas, la dama del poncho rojo, mi ídolo. “Diecisiete de abril…”, recuerdo “Su cumpleaños…”. Mi cuerpo reacciona rápidamente, mi alma recobra su sitio y mis ojos se abren para buscarla entre la oscuridad del bar, ese bar que ya me ofreció la oportunidad de conocerla años atrás. Allí está ella, sublime como siempre.

“Si tienes ganas de llorar, piensa en mí…”, continúa cantando.

“Sí. Tengo ganas de llorar” pienso mientras me levanto del asiento para encaminarme hacia ella como un niño indefenso. Pero mi cuerpo se tambalea, así que prefiero seguir anclado en mi sillón de los lamentos, desde donde le lanzo besos al aire, disfruto de su sorprendente compañía y me olvido que la muerte se regocija con mi próxima partida.

De pronto me giro hacia el espejo, observo mi rostro, mis encías desnudas, mi piel arrugada, mi pelo blanco y la soledad que me envuelve. Me doy cuenta que estoy hablando con el aire, que Chavela no está celebrando su cumpleaños y que hace casi un año que la muerte también visitó su hogar.

Cierro los ojos de nuevo mientras sigo escuchándola… a ella, a su eterna canción, que la hace estar tan viva como aquella vez que la oí aquí mismo. Su canción me taladra el alma, me invade por completo y su presencia, real o no, me hace sentir una profunda paz interior. Me pongo en pie, alzo la copa con manos temblorosas, brindo por ella y me siento henchido de orgullo con la silenciosa lección que me ha dado acerca de la vida.

Hoy, gracias a Chavela Vargas y a su canción, me he dado cuenta que no hay que temer a la muerte ni al olvido, pues no es a las personas a las que hay que recordar… sino los momentos vividos con ellas y el legado que dejan tras su partida.

Hoy he aprendido que todos dejamos huella en este mundo, que el recuerdo es eterno y que si alguien quiere mantener viva mi presencia, sólo debe hacer lo que Chavela reivindica en su canción; pensar en mí.

Sonrío al camarero, prometo volver a este bar y me despido mientras felicito mentalmente a la dama del poncho rojo, que hoy cumpliría noventa y cuatro años.

—Gracias por todo —digo en voz alta.

—A usted… —me responde el camarero con una sonrisa que me hace vislumbrar que todavía hay gente que se alegra con mi presencia.


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