Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

lunes, 29 de abril de 2013

10. Transustanciación


Una noche en el BV80 con Chavela Vargas
Autor: Ana Lilí Rodríguez Balladares
Subtítulo: Transustanciación

No se porqué, pero paseando por Costa Rica me compré un pequeño amuleto, un rostro, con sus ojos rojos, brillantes, que -me dijeron- espantaba los malos espíritus. No era algo caro, ni con piedras preciosas, más bien una baratija, pero que databa de muchos años ya. Lo he llevado por muchos años, incluso hoy lo tengo conmigo.

Soy una mujer aventurera, me gusta conocer personas, personajes, lugares con historias e historias a las cuales les asigno “lugares” imaginarios. Así llegué a Zaragoza, una ciudad encantadora, con su gente sencilla, por momentos terca, pero que enfrentan cada situación en forma directa, sin tapujos y con entereza.

Ya no soy una joven intrépida, pero a pesar de ser una señora madura, conservo aires de mujer distinguida y culta, con voz suave y gestos femeninos. Eso no me hace de miras estrechas, por el contrario, recibo lo nuevo y diferente sin espantarme.

Esta mañana vi un brillo nuevo en mi amuleto. Lo toco, lo vuelvo a mirar y luego lo introduzco dentro de mi blusa, junto a mi pecho.

Palmo a palmo recorro la ciudad; en una de las tiendas veo un cartel, cuyas palabras recuerdo de algún otro lugar: “las amarguras volverán a ser amargas”.

La noche me alcanza y me dirijo a degustar algo en un pequeño bar que ha llamado mi atención, el “Bar BV80”. No parece ser un lugar para mi, pero nunca me llevé por las apariencias, así que entro a ver qué me depara el destino. Me siento en una de las mesas, y uno de los mozos me trae amablemente una copa con una bebida roja burbujeante, con fondo algo dulzón y graduación alcohólica importante. Bebo varias copas, mientras observo detrás de mi un llamativo gabán rojo. Mi amuleto parece quemarme el pecho, y algo me invita a ponerme el gabán, mientras en mi mente resuena el estribillo de la canción “Un mundo raro”.

Me tomo otra copa, y, ¡oh!, ¡sorpresa! unos mariachis allí presentes comienzan a tocarla. Siento un extraño calor en todo el cuerpo, y comienzo a gritar, envalentonada, ya no con mi voz suave, sino con una voz ronca, quebrada amachonada y digo: -¡todos a cantar!-

Con esa nueva actitud poco femenina comienzo a cantar esa canción, mientras me acerco a la mesa de una bella joven que me mira con sus ojos almendrados y me dedica sus mejores sonrisas.

Se oye el grito de los allí presentes: ¡Chavela Vargas no ha muerto!!!; mientras sigo “[…] y esperemos que no haya testigos por si acaso nos diera vergüenza…”

Al terminar, le doy un beso en la boca de cereza de la morocha, y me siento un macho como pocos, pidiendo una ronda de vino para todos.

Fue una noche como alguna; como ninguna. Me quito el gabán, y me retiro feliz. Otra vez el cartel: “las amarguras volverán a ser amargas”.

Y vuelvo a ser la señora fina, delicada, de movimientos suaves en las calles de Zaragoza.

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