Unos conocieron el bar en directo, in situ. Otros a través de la lectura del libro "Noches de BV80" de Valtueña. A muchos les suena por el tema "Negativo" de Bunbury (las noches del BV80 escapando a tocar...). También hay algunos que piensan que todavía existe. Sea como fuere, el bar BV80 vive. Es nuestro deseo que así sea. Por eso convocamos este concurso. ¡Échale imaginación y participa!

lunes, 7 de mayo de 2012

13. Merodeando


Una noche en el BV80 con Ed Harris
Autor: El Zorro
Subtítulo: Merodeando

Me había quedado sin lágrimas de tanto llorar y sin voz de tanto gritarle cuánto la quería. En tal guisa, me enchufé unos gramos de locura, me calcé mis Levis, una camiseta negra, la chupa de cuero y me fui para el ruedo a ver si me topaba con alguien que me iluminase la noche. Tras tres tragos de amargura y una copa de hastío, arrastré mis pies sobre el asfalto hasta aquel tugurio de la calle Palomar donde aprendices de artista jugaban a ser estrella por cuatro aplausos y una cerveza.

Me pedí una ginebra. Cuatro melenas sin rumbo arremetían con desenfreno desde el escenario contra las bases de la armonía con un sinfín de arpegios que me parecieron desquiciantes. El mismo Elvis debía estar removiéndose en su tumba ante aquel desatino poco fino. Lo peor no fue aquello sino el momento sin piedad en el que el más melenudo de todos nos regaló su voz, pues era obvio, que nadie estaba dispuesto a pagar por ella. En mitad de aquel desconcierto, puesto que concierto hubiera sido un eufemismo poco atinado, empecé a mostrar mi descontento, dando golpes con el vaso sobre la mesa. Boceé, protesté con aspavientos y les arrojé el cenicero; pero fue inútil y prosiguieron con su aberrante tabarra.

Fue en ese momento cuando sentí un golpecito en mi hombro. Me giré, con la chulería propia de quien va hasta el culo, para toparme con un calvo de ojos claros y gesto contrariado que me insinuaba silencio, colocando su dedo índice delante de sus labios.

- ¿Qué te pasa tío? ¿Algún problema? – alcé mi voz por encima de los infernales bramidos que inundaban la sala.

- Dice que te calmes un poco porque el cantante es su sobrino.

- ¿Clara? ¿Qué haces aquí con este tío? – me quedé más planchado que una sepia al descubrir que la mujer por la que suspiraba mi alma estaba en compañía de aquel individuo con aires de superioridad. – Por eso no has querido quedar conmigo ¿Verdad? – insistí.

- Por favor. Ahora no. – me hizo un gesto pero estaba demasiado colgado para interpretarlo correctamente.

- Así que te van los vejetes. – en otro craso error, muy propio de mí en aquella transcendental época de inmadurez, me fui para el tipo y le arrojé a la cara la ginebra que todavía me quedaba en la copa.

Fue un fatal error de cálculo puesto que puesto en pie el sujeto me sacaba la cabeza y me doblaba en la anchura de los hombros. No lo vi venir; pero si sentí su puño, como si hubiera sido la coz de una mula, en mitad de mi jeta.

Debo estar muerto, pensé al abrir los ojos y toparme de bruces con el angelical rostro de aquella diosa por la que había perdido mi alma.

- Eres un capullo. – sentenció con una sonrisa en el rostro.

- Ya. – contesté.

- Toma. Me lo ha dado para que no presentes ninguna denuncia. – tiró un montón de billetes verdes sobre la cama. La miré con los ojos abiertos como platos.

- ¡Guau! – ladré. – Por esta pasta me dejo paterar dos veces por semana.- lo dije convencido. - ¿Cómo he llegado hasta aquí? – no obtuve respuesta.

- Me piro. – hizo ademán de salir de la habitación.

- Ponme la tele porfa. – imploré. – y dame un besito. – rogué.

Me obedeció por condescendencia y me dejó a solas con la caja diabólica.

- ¡Coño! ¡Si es el tío de la hostia de ayer! – aluciné al ver en la pequeña pantalla el careto del sujeto que me había partido la cara.

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